Por la mañana el 6 de enero de 2001, tenía 4 años, bajé las escaleras corriendo para ver los regalos de los reyes magos. ¡Me habían traído una bicicleta! Tenía muchas ganas de probarla, era de mi tamaño, rosa con florecitas de un rosa más oscuro, con una cestita blanca y unas pequeñas ruedas agarradas en la rueda de atrás para ayudarme con el equilibrio.
Ese mismo día antes de comer la fui a probar por la calle de delante de mi casa, me costaba mucho aunque mi padre me ayudara, de repente apareció el perro del vecino y muy contento se lanzó hacía mí, yo me caí de la bicicleta y cogí miedo a ir en bicicleta. Mi padre me intentaba convencer de que lo volviera a probar, pero yo no estaba de acuerdo.
Pasó la primavera, llegó el verano, y al fin lo intenté, era un día por la mañana con mucho sol, fuimos a una zona donde no hubiera ni perros ni nada que me pudiera molestar, aprendí rápido. Era una calle larga y ancha, subí y bajé la calle muchas veces, mi padre insistía en sacar las ruedecitas de los lados, al final me convenció. Él con una mano sujetaba la bici por atrás de mi sillín, y yo pedaleaba, de repente me soltó y yo no me di cuenta, al final me di cuenta y vi que no era tan difícil, que solo hacía falta un poco de práctica.
1 comentario:
¡Perfecta, Blanca!
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