Todos los domingos por la mañana, íbamos al parquin de delante de casa. Bajaba con mi madre y con mi hermano y mi pequeña bici. Nos poníamos en una parte donde no solían haber coches y mi madre me cogía por detrás mientras yo pedaleaba. Pero siempre que me soltaba, acababa perdiendo el equilibrio y caía. Era desesperante. Entre los dos lo intentaban pero mi equilibrio era pésimo. Me decían:
-¡Mira al frente y no dejes de pedalear!- decía mi madre cuando me soltaba
-¡Venga, que ya llegas!- me animaba mi hermano.
Era inútil. Cada domingo bajábamos pero no hubo manera. Al cabo de un tiempo, nos mudamos de casa pero todavía no sabía ir en bici. Un día por la tarde, bajé al parquin particular, y con una mano aguantándome en la pared y la otra en el manillar, aprendí a montar por fin.
1 comentario:
Muy buena redacción. Veo que solucionaste el problema por ti misma.
¿Por qué crees que he destacado en tu texto la palabra SOLÍAN?
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