- Ya ha pasado un año desde la última matanza del gorrino, y parece que fue ayer cuando lo compramos, ¿verda
d esposa? Veng
a prepárate que nos vamos a la heredad y así de paso le echo un vistazo a los cultivos a ver cómo están.
- Lo sien
to Calandrino, me encuentro fatal… me parece que este año tendrás que ir tu solo a matar el gorrino.
Así que sin mi esposa me dirigí a las afueras de Florencia para matar al cerdo. ¡Era un cerdo enorme! Tendríamos reservas para una buena temporada. Cuando estaba de vuelta de la heredad, cargando mi enorme cerdo, me encontré con Bruno y Buffalmacco, dos viejos amigos, así que decidí fardar un poquito de la pieza que llevaba entre manos.
- ¡Qué gordo está! Véndelo y gastémonos el dinero, y a tu mujer le dices que te lo han robado –propuso Bruno
- ¡No, que no iba a creerlo y me echaría de casa! No insistáis, que no lo haré –les respondí
Yo a mi mujer le tengo mucho respeto, y nunca le haría tal cosa, está claro. Por muy amigos que sean, por encima de todo quiero a mi mujer. De todas formas, les invité a cenar para que pudieran catar el maravilloso cerdo, pero ellos se negaron, no sé porqué.
Pero más tarde, ellos fueron los que me invitaron a la taberna a pasar un ratito entre amigos ya que no estaba con mi mujer.
Así que fui con ellos y estuvimos bebiendo un buen rato, y cantando, y jugando. Al cabo de unas horas, me fui para casa directo a la cama. No podía conmigo mismo de la que llevaba encima. Fue echarme a la cam
a i caer rendido al instante.
Cuando desperté fui al corral donde tenía al cerdo preparado para salar, y entonces me di cuenta de que no estaba allí. Mi cerdo había desaparecido. Estaba claro que algún envidioso me lo había robado. Enseguida
grite a los cuatro vientos que me lo habían robado, y Buffalmacco y Bruno vinieron a ver qué pasaba. No pude más y rompí a llorar. Les conté lo que me había pasa
do pero ellos no me creyeron. Dijeron que no tenía
porqué fingir que me habían robado el cerdo si solo quería quedarme con el dinero de la venta del puerco para mí solo. Finalmente les convencí de que era real, que me lo habían robado y ellos sugirieron un método para encontrar al culpable del robo.
Estaba
seguro que era uno de los vecinos, y Bruno me pidió que los reuniera a todos mientras él iba a Florencia a comprar unas píldoras y vino pardo. Eso era lo único que necesitaba para sacar quién era el culpable.
Bruno explicó lo que había sucedido, el hecho de que me hubieran robado el cerdo, y explicó
como haríamos para encontrar al culpable. Cada uno de nosotros comería una de las píldoras que Bruno había traído de Florencia y
quién fuera el culpable, encontraría el sabor tan amargo que tendría que escupirla. Un buen méto
do la verdad. Seguro que alguno de los impresentables de mis vecinos se había apropiado de mi cerdo. Así que nos fuimos repartiendo las píldoras. Cuando llegó mi turno, un sabor amargo inundó mi boca y no pude tragar la píldora. Tuve que escupirla, y la gente me miraba perpleja, porque eso significaba que yo era el ladrón de mi propio cerdo. Bruno me dijo que no pasaba nada, que habría sido un malentendido y que tomara otra para verificarlo. Convencido de que la segunda píldora me sabría normal, me la tomé sin pensarlo, pero de nuevo la píldora era amarga y tuve que escupirla. Todos se fueron y se quedaron Bruno y Buffalmacco conmigo. No podía creerlo. Las pruebas decían que había sido yo el ladrón, ¡el ladrón de mi propio cerdo!
- Por seguro daba yo que tú tenías el cerdo y que querías mentirnos con eso de que te lo habían robado para no darnos de beber con el dinero que recogieras –me dijo Bruno
Yo juré que eso no era así, que yo no tenía el cerdo, que la prueba estaba mal. Pero ellos no me creyeron y me amenazaron con contárselo a mi mujer si no les regalaba dos capones. Y no tuve más remedio que ceder y dárselos, porque bastante pena tenía ya encima, como para que ahora ellos me acabaran de fastidiar. Nada de esto tenía sentido. ¿Dónde estaba mi cerdo?
1 comentario:
Muy bien cambiado el punto de vista. Repasa la entrada.
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