La Casa de Bernarda Alba: Primer Acto
La
casa de Bernarda Alba, era un gran caserón situado en Córdoba, con gruesas
paredes blancas y gruesas, puertas arqueadas y cortinas de yute, rematadas con
volantes y madroños. La decoración que ésta albergaba, era bastante clásica y
típica, en las casas de la gente de bien, en la época: Cuadros con paisajes de
fantasía con ninfas y reyes e leyenda, etc,…
Aquel
día, las campanas de la iglesia sonaban sin cesar: El esposo de Bernarda
acababa de fallecer, y se celebraba su funeral. Las criadas de la casa,
cuchicheaban aprovechando la ausencia de la señora de la casa. Bernarda, era
una mujer muy temperamental y severa que siempre se mostraba fría y hostil,
especialmente con ellas.
Poncia,
la mayor de ellas con 60 años, se había pasado 30 de los cuales al servicio de
la casa y, por lo tanto, conocía de buena mano a Bernarda.
La
más joven de ellas, empezaba a quejarse el sonido tan copioso que salía del
campanario, mientras La Poncia, explicaba la magnitud e importancia que aquella
ceremonia tenía. Más tarde, ambas empezaron a hablar acerca del fallecido y de
su relación con la familia. De repente, la mayor empezó a comer un trozo del
chorizo, que Bernarda guardaba en la despensa.
- ¿Qué haces?,
preguntó la criada. – Si Bernarda te ve,…
- Me da
igual. Si fuera por ella, nos moriríamos de hambre.
Al
ver la actitud de La Poncia, la mujer le pidió un poco de comida para su hija.
Ella le dijo que por supuesto, y le regaló un puñado e garbanzos. En eso, otra
de las criadas empezó a gritar:
- ¡Bernarda,
Bernarda!
La
dueña de la casa se aproximaba, y ambas se apresuraron a dejarlo todo tal y
como estaba. Les sobró tiempo, para seguir criticando y cuchicheando sobre
Bernarda.
En
ese momento, vieron como la mujer y sus hijas, se adentraban en la casa
vestidas de duelo. La criada, se lamentaba por la muerte de Don Antonio, cuando
Bernarda la mandó callar. Con ellas, entraron otras mujeres que empezaron a
hablar con Bernarda mientras Magdalena, una de sus hijas, lloraba
desconsoladamente.
De
mientras, una mendiga llega al portal de la casa pidiendo, como era de
costumbre, las sobras del día. Una de las criadas fue a atenderla, pero en ver
sus intenciones, le niega la petición.
- Las
sobras de hoy son para mí, dijo en tono tajante.
Entonces,
la criada se dirigió a Bernarda, y ésta le pidió que sirviera a la muchedumbre.
Entre toda esta gente, se encontraba Pepe el Romano. Este apuesto hombre, hacía
enfurecer a Bernarda, puesto que sus hijas estaban plenamente enamoradas de él.
Por eso, ella quería evitar su visita a toda costa.
Toda
la gente, empezó a rezar y a venerar el difunto, cuando la dueña entonó las
plegarias. Las hijas no fueron menos, aunque no enfatizaban mucho, puesto que
sabían que el duelo de su madre, no era verdadero. Una vez acabada la
ceremonia, Bernarda empezó los planes para el futuro luto. A los miembros de la
casa, les esperaban ocho duros y largos años, en los que la solemnidad y la
tristeza, cobrarían mucha importancia. La mujer, incluso pensó en tapiar
puertas y ventanas, durante este período, puesto que se trataba de una larga
tradición familiar.
La
madre de Bernarda, yacía encerrada en una habitación por orden de ésta. Una de
las criadas, le contó que había estado muy inquieta durante el funeral y que
había sido tarea difícil retenerla.
Bernarda, mandó que la sacaran a pasear para que cesaran sus quejas. De
mientras Angustias, una de las hijas de Bernarda, se fijaba en Pepe. Su madre
se dio cuenta y le llamó la atención con un humor pésimo.
- ¿Qué
mirabas? Espero que no se vuelva a repetir. Tendrías que respetar el duelo de
tu padre, dijo muy enfadada.
Cuando
Angustias se marchó, tras la bronca de su madre, La Poncia trató de calmar a
Bernarda. Le dijo que sus hijas ya eran mayores, y tenían edad de merecer. Aún
y así, Bernarda no se bajaba del burro, y pretendía mantenerlas puras, el mayor
tiempo posible.
Amelia
y Martirio, discutían paralelamente acerca del tema. Creían que Aelaida tenía
miedo a su madre, ya que era la única que conocía la historia de su padre y el
origen de sus tierras. Contaban que su padre, había matado al marido de su
primera mujer, para poder casarse con ella posteriormente. Sin embargo, la conversación
se vio interrumpida por la entrada de Magdalena en la estancia. La noticia que
posteriormente contó a sus hermanas, las sorprendió cuanto menos: Adela se
había puesto un traje que pensaba estrenar el día de su cumpleaños, y se puso a
gritar en medio del corral, tratando de llamar la atención de las gallinas.
Finalmente,
las tres hermanas fueron a visitar a Adelaida, para comprobar su estado tras el
espectáculo mostrado. Al parecer, ella se lo tomaba con humor y no le dio
importancia. Sí se la da a lo que Amelia cuenta: Pepe el Romano, estaba
dispuesto a venir para casarse con Angustias. La batalla entre Bernarda y sus
hijas, había comenzado.
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