RELATO INVENTADO
Marisa después de la despedida con Da Barca se quedó viendo la fotografía de el creyendo que se volverían a ver.
Era hora de regresar a Fronteira, pasaron los días, estaba triste, recordaba aquella noche de bodas con Da Barca. Se encontraba mal, los familiares creían que era mal de amor pero al pasar las semanas vieron que estaba embarazada. Al pensar que era de aquel rojo republicano, querían que abortara, ella se negó y la echaron de casa.
Ella cogió lo poco que pudo, se encontraba en la calle, tendría un hijo y no quería que pasara hambre ni frío por lo que solo podía ir a un sitio a pedir ayuda y se dirigió al monesterio de levante donde al contarle la historia al monje shaoli este le ayudó.
Le dio un sitio donde dormir y comida, cuidó de ella y de su hijo cuando nació. Marisa a cambio la ayudaba en el sanatorio y su vida parecía menos triste. Escribía cada día una carta a Da Barca aunque sabía que no las leería.
Pasó mucho tiempo pero ella nunca lo olvidó, hasta que un día Daniel, su hijo, estaba jugando en el patio del sanatorio y se le acercó un hombre que preguntó por ella, el niño corrió a buscarla y Marisa al salir vio que era Da Barca, se fundieron en un abrazo y nunca más se separaron.
En España vivir no sería fácil y querían darle un futuro mejor a su hijo, así que decidieron irse a Rusia en busca de una nueva vida.
Allí nació su hija, Izanne, y con esfuerzo salieron adelante, aunque echaban de menos Galícia donde volvieron después de que muriera Franco.
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