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2017 Naturalezas muertas

jueves, 8 de noviembre de 2007

Un relato realista de Aintzane y Dani

El espía misterioso del centro comercial

Hace un año y unos pocos días estaba en mi casa aburrida sin ganas de hacer nada. En aquel momento se me ocurrió una cosa fantástica para pasármelo muy bien y no estar sola: ir al centro comercial con mi amiga Sonia.
Estaba tan contenta y entusiasmada que llamé enseguida a Sonia para preguntarle qué pensaba sobre ese plan.

-¿Sonia eres tu?- dije yo por teléfono.
-Sí, soy yo, ¿quién eres tú?- me respondió ella intrigada.
-Soy Aintzane y te llamo para preguntarte si quieres ir al centro comercial conmigo y pasamos la tarde juntas, seguro que nos lo pasaremos genial. ¿Qué te parece el plan?
-Estupendo, ya sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras, ¿somos amigas, no?- me dijo ella.
-Perfecto, entonces ¿a qué hora quedamos? ¿Te va bien a las cinco en la puerta de mi casa? Es que está más cerca del centro comercial, así llegaremos mejor de tiempo. – dije para convencerla.
- Sí, nos lo vamos a pasar de miedo. – dijo ella. Y colgó.
Pues sí, tenia toda pero toda la razón que pasaríamos una tarde de auténtico miedo.
Cuando Sonia llegó al portal nos saludamos y fuimos andando hasta el centro comercial de la ciudad. Por el camino conversábamos sobre nuestras cosas y de las tiendas y los sitios que íbamos a mirar.
Al llegar, fuimos de tienda en tienda mirando ropa y otros objetos y comprando todo lo que nos gustaba y nos sentaba bien.
Pasadas dos horas, estábamos sedientas de tanto caminar y no parar, entonces decidimos ir a un bar. Mientras ella iba a pedir dos botellas de agua pequeñas para quitarnos la sed, yo cogí sitio en una mesa apartada. Sonia ya venía hacia mí con las dos aguas frescas y preparadas para ser bebidas en poco tiempo. Empezamos a hablar y mirar la ropa que habíamos comprado.
De repente vimos a un hombre que nos estaba mirando fijamente a las dos. Estaba en el restaurante de enfrente comiendo y sin parar de quitarnos los ojos de encima.
Mi amiga y yo nos empezamos a poner nerviosas y asustadas y sin tampoco poder quitar ojo de aquel hombre tan extraño. Ya habíamos acabado la bebida y decidimos irnos lo mas rápido posible porque estábamos muy asustadas y en una situación un poco embarazosa.
Mientras nos íbamos no pudimos resistir la intriga y nos íbamos girando para observar aquel hombre tan sospechoso. En un giro de esos las dos vimos al hombre que estaba pidiendo la cuenta con mucha rapidez y apresurando al camarero que le estaba atendiendo en aquel momento.
Perdimos de vista al hombre pero de repente chocamos con nuestro amigo Pablo que era compañero de colegio y de clase. Al chocar los tres se cayeron todas las cosas que habíamos comprado esa tarde. Él nos ayudó a recoger todo y echarnos a un lado del paso de todas las otras personas.
-¿Que diablos haces aquí, Pablo? – dijimos las dos al mismo tiempo.
-Pues nada, que llamé a tu casa para preguntar si querías quedar esta tarde pero tu madre me ha dicho que estabas fuera con Sonia en el centro comercial de la ciudad.- dijo el niño.
-Estamos muy asustadas. – dijo Sonia.
Le explicamos todo lo que nos había pasado a las dos y puso una cara de sorprendido.
Nos preguntó cómo era ese hombre: tenía el pelo más o menos largo de un color castaño oscuro. Su cara era muy morena y desde lejos se le podía distinguir en su rostro aguileño una cicatriz del ojo hasta la frente, pero apenas se veía bien.
Era muy alto y robusto y con una vestimenta muy singular, llevaba unos pantalones de color granate rojos y una camiseta de manga corta de color negro.
Ese fue el motivo principal por lo que nos asustamos mi amiga y yo, por su aspecto misterioso y distinto de las demás personas de su alrededor.
Pablo se quedó asustado y boquiabierto. Dijo que no nos preocupáramos, que él estaba con nosotras. De repente se puso pálido y empezó a caerle por sus mejillas un sudor frío, nunca lo habíamos visto así.
Mi amiga y yo nos giramos lo más rápido posible para ver lo que pasaba. El hombre misterioso y de mirada aguileña estaba acercándose a nosotros.
Empezamos a correr pero Sonia se tropezó con una bolsa que había en el suelo y que apenas de veía porque estaba muy bien camuflada en el suelo. Empezó a gritarnos a Pablo y a mí que íbamos por delante y yo tiré hacia atrás para poder ayudarla y empezar a correr ambas otra vez.
El hombre se acercaba cada vez más y más y ya lo teníamos delante de nuestros propios ojos casi llorosos del miedo que teníamos.
Nos saludó y dijo:
-Hola, vosotras sois Sonia y Aintzane ¿no?
-Sí, déjenos en paz señor nosotras no le hemos hecho nada de nada, así que déjenos. – respondimos asustadas. En aquél momento vino Pablo.
-Hombre, si este es el señor Pablo, el hijo de Marcos Ruiz.
- Deje en paz a mis amigas. Un momento, ¿cómo sabe mi nombre y el de mi padre?
- Soy un amigo desde la infancia de vuestros padres.- diciendo eso se quitó una máscara impresionante y reveló su propia cara.
En realidad era un hombre normal y corriente pero era un actor que estaba descansando en aquel momento. Él nos había reconocido y nos estaba siguiendo para saludarnos y hablar un rato.
¡Qué susto nos dimos y qué mal lo pasamos aquella tarde! pero todo acabó muy bien y riéndonos los cuatro juntos de nuestra gran aventura en el centro comercial.
Aintzane 1 ESO B
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Un atraco en un restaurante japonés
Un día mi madre (una mujer alegre), mi hermano (una pesadilla para mí pero un encanto para sus profesoras), mis abuelos (una pareja alegre y estupenda)y yo(un chico alto y moreno) fuimos a cenar a un restaurante japonés nuevo.
Íbamos todos contentos, menos mi hermano, claro ,porque él nunca se alegraba de las novedades.
Al entrar vimos un hombre vestido muy raro, con dos cuchillos en las manos y trapo en la cabeza. Se dirigió a nosotros rápidamente, como si fuera a atacarnos.
Nosotros, asustados, salimos corriendo hacía la puerta. El hombre se sorprendió y nos dijo:
- ¿Adónde vais?
Respondimos:
- ¿No nos quieres matar?
– ¿Yo mataros? No, qué va.
- ¡Ah, vale!- dijo mi hermano.
- ¿Dónde os queréis sentar?- dijo el camarero.
Nos sentamos y pedimos , pero había otro problema, el cocinero no quería cocinar lo que habíamos pedido.
Después de una larga lucha con el camarero, un señor como un armario, nos hizo la comida, comimos bien y nos fuimos a casa con una aventura y una barriga llena.

Dani Horta. 1 ESO B

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