Un alegre día de Noviembre Roberto salió a navegar en su barco de vela. Roberto era un marinero solitario y no tenía tripulantes. Aquel día salió muy alegre a la mar. Subió al barco y lo desamarró del puerto. Navegó unas cuantas esloras y se paró a admirar el paisaje tan bonito que había en aquella mar tan tranquila. Había un sol que resplandecía y el cielo no estaba nada nublado. Roberto se puso a pensar en ir a alguna isla próxima para explorarla y descubrir sus secretos. Al cabo de media hora izó el ancla y empezó a navegar buscando una. Pasada una hora encontró una enorme con una vegetación inmensa llena de árboles y plantas preciosas. Abundaban sobretodo gaviotas y algún que otro mono. Roberto bajo de su barco y lo amarro a la playa de aquella isla inmensa. Cuando Roberto empezó a explorar la isla vio muchos animales y plantas muy exóticas. Al cabo de un rato encontró un pequeño riachuelo con una cantidad pequeña de peces. El agua del rio era cristalina y parecía que no estuviese contaminada. Roberto, también vio unas rocas que formaban una cueva. Su instinto explorador le impulsó a entrar en aquella cueva. Cuando estaba entrando vio que era larga y poco iluminada. Siguió andando hasta que oyó un ruido que retumbaba. Quedó en silencio y sin respirar para intentar identificarlo. Creyó que era un goteo y siguió con su exploración de la caverna. Llego al final y, en efecto, goteaba agua desde el techo. Empezó a mirar de donde caía el agua y vio que había un pequeño descenso estrecho y poco profundo. Descendió por aquella bajada y vio que había una botella y dentro de ella un papel que sacó inmediatamente. Lo abrió y leyó: “En esta isla encontraras un tesoro sin igual. Un tesoro lleno de oro, plata y bronce. Si la fortuna quieres encontrar sal de la cueva contando los pasos que das. Una vez fuera de la caverna estés haz los pasos que contaste en dirección norte. Una vez allí divide tus pasos por cinco y escava el resultado en metros. Allí encontraras el tesoro que escondí. Pero recuerda, no seas avaricioso con él o castigado serás”. Roberto salió contando los pasos que daba. Al salir de la cueva esos pasos conto pero, en su camino se puso un mono muy interesado en molestar. Roberto intento sacárselo de en medio pero el primate era muy tozudo y no quería salir de ahí. Entonces Roberto lo ignoró y el mono se subió encima de su hombro. Roberto se lo permitió y prosiguió con su camino. El mono estuvo buscándole cualquier bichillo en el pelo de Roberto y él lo paro. Entonces acabó de hacer los pasos y los dividió por cinco tal y como decía en la carta. Se puso a escavar con las manos y tocó un objeto de madera. Entonces sacó el tesoro y se puso a saltar y gritar. Cogió el tesoro y se lo llevó a su barco. El mono seguía con el y Roberto decidió quedarse con el mono al que puso Manu de nombre. Zarpó hacia su pueblo y Manu se puso a jugar con la brújula de Roberto y se le calló al mar. Roberto se quedo sin brújula y por lo tanto no se podía orientar para llegar a su destino. A Roberto casi le cae la lagrimilla y se paró de repente. Se sentó y empezó a meditar intentando guiarse para volver a su población. Se levanto, y empezó a navegar de nuevo. Se guio gracias a su intuición y al cabo de media hora vio un pueblo a lo lejos. Empezó a saltar de alegría junto a Manu. Llegaron a Marnoble y la gente les dio una cálida bienvenida con globos, serpentinas y otros objetos de fiesta. Cogió el tesoro y lo abrió estaba lleno de oro, plata y bronce. Roberto dijo que lo donaría al hospital de Marnoble y a una ONG. La gente le felicito por su descubrimiento y le dieron las gracias por los donativos que dio. Roberto se guardó el dinero y se quedo en su casa con Manu.
Fernando Gutiérrez Martín
1 ESO B
1 comentario:
Isabel gracias por publicar mi redaccion. Me e creado un blog, espero que pases por el: titi-blog.blog...
saludos
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