¡Adiós sol!
Pues estaba yo en el puerto, observando la boya. Una bonita y simple boya verde chillón con una vara amarilla. Pero no era buen día, no picaban, parecía que los peces estuvieran echándose la siesta en sus refugios marinos. En un momento de mi empanación, me di cuenta del bello sol que se reflejaba en el agua. Un sol grande, con unos naranjas intensos y en el borde un rojo que se mezclaba con el cielo añil.
Levanté la cabeza para observar mejor aquel cuadro, que si te paras a pensar, cada día es de un autor diferente, cada día no es igual. De repente vi mi caña caer al agua y yo fui detrás.
-Chaval, agárrate a mi mano, venga, que está oscureciendo- me dijo un pescador, de pelo canoso y una espesa barba.
-Gra...gracias- dije entre mis esfuerzos de salir del agua.
-Tienes que tener más cuidado, algún día nadie estará para ayudarte- me dijo.
A lo tonto se había adentrado la noche y me tuve que volver a casa, todo empapado. Mientras volvía a casa me fije en la luna, todo lo contrario que el atardecer una brillante luna mezclada entre las nubes y un cielo azul oscuro, nada que ver con los colores pastel anaranjados del atardecer.
Al día siguiente, volví al mismo sitio, pero eso si, con mi cámara de fotos y mucho cuidado.
1 comentario:
Has escrito una redacción genial. ¡Muy buen sentido del humor!
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