-¿Iara?
Iara se cubría la cara con los brazos, secándose las lágrimas con las mangas del jersey, y aunque era verano, hacía frío. Me acerqué a ella. Estaba sentada en una roca. En el norte de la ciudad había esta playa secreta y muy poco frecuentada. Iara y sus amigas la descubrieron mientras jugaban al escondite. Siguiendo la carretera principal, hay un pequeño camino escondido entre árboles. Pasando el bosque, está la playa. Dos enormes rocas hacen de entrada. Es una playa muy pequeña, de menos de treinta metros, de arena suave y amarilla, con reflejos dorados. A los lados las dos enormes rocas la cubren hasta entrar en el mar y formar un majestuoso acantilado.
Iara se cubría la cara con los brazos, secándose las lágrimas con las mangas del jersey, y aunque era verano, hacía frío. Me acerqué a ella. Estaba sentada en una roca. En el norte de la ciudad había esta playa secreta y muy poco frecuentada. Iara y sus amigas la descubrieron mientras jugaban al escondite. Siguiendo la carretera principal, hay un pequeño camino escondido entre árboles. Pasando el bosque, está la playa. Dos enormes rocas hacen de entrada. Es una playa muy pequeña, de menos de treinta metros, de arena suave y amarilla, con reflejos dorados. A los lados las dos enormes rocas la cubren hasta entrar en el mar y formar un majestuoso acantilado.
Iara estaba sentada al lado de la única roca que sobresale de la arena, de un metro, apoyándose en ella. ¿Cómo describir el dolor que sentí al ver la persona de mi vida llorando de la peor forma que había visto nunca? Iara me miraba fijamente. Tenía frío. Ella también. Con la cara roja, sin maquillar, llorando, sollozando y diciéndome: “¿Qué esperas? Ríete de mí, no me importa” La quería. La quiero. Una lágrima resbaló por mi mejilla. Iara se quedó sorprendida. Me senté a su lado y la miré fijamente. En ese momento, el mar estaba devorando el sol y la luz se reflejaba en sus ojos. Parecían rubíes. De repente, todo el mundo dejó de tener sentido, el tiempo dejó de existir y mi cerebro solo recordaba tres palabras. Me acerqué a ella, susurré: “Eres mi vida”, Le cogí la mano, suave, y la besé. No sé cuánto tiempo estuvimos así, porque cuando me separé de ella ya no podía ver el brillo rojizo de sus ojos. Era de noche. Verla sonreír me pareció lo más bello del mundo. Y así, fue como empezó la mejor etapa de mi vida.
2 comentarios:
uau, es muy bonito!
¡Es una redacción fantástica! Así me gusta. La foto también es muy bonita.
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