Llevaba más de una hora y media haciendo cola, y llegó el momento. Yo estaba con mi hermano, y desde luego, siendo él más pequeño que yo, parecía no asustarse con nada. Cuando la fila empezó a moverse, y a medida que nos acercábamos a la entrada de la atracción, estaba cada vez más atenta a todo lo que pasaba a mi alrededor. La gente se asustaba sin motivo, y hacía que tuviera los nervios a flor de piel. Yo me preguntaba: ¿Qué hago aquí?, si me asusto con cualquier cosa, pero a la vez pensaba, que nada más eran actores disfrazados que interpretaban su papel en un escenario hecho para ese momento.
En la entrada nos recibió un actor disfrazado de Biltechus, que te iba mirando fijamente. Traté de pasar desapercibida, pero se fijó en mí. Biltechus se acercó, y susurrándome al oído me dijo: Malvenida, seguro que no sales de aquí. Yo me cagué de miedo, sabía que era mentira, pero estaba asustada. Mientras, mi hermano se partía el pecho de risa. Yo que quería pasar desapercibida, fui el centro de atención del grupo. Entre la vergüenza y el miedo iniciamos el recorrido. Los gritos, la música y toda la ambientación era tan real que hacia que pareciera que todo fuera de verdad.
No distinguía los monstruos que iban apareciendo, seguía adelante, sin mirar a los lados, la penumbra no nos dejaba ver, e intentaba refugiarme en los que iban por delante. Mi hermano corría arriba y abajo, se reía de los actores, yo quería agarrarme a él , pero fue imposible hasta que llegué a un autobús donde se me apareció la niña del exorcista, apreté a correr hasta alcanzar a mi hermano, y en ese momento surgió de detrás de unas cañas lo único que le asustaba: era el tipo de la motosierra. A partir de aquí fuimos juntos.
Entramos en unos pasadizos llenos de humo, empezaron a salir zombies por todos los lados, gritábamos y girábamos la vista para no cruzar nuestras miradas con los monstruos. Seguimos caminando, buscando la luz que se veía a lo lejos. Una vez allí nos encontramos una especie de mujer que estaba cortada por la mitad y daba golpes con un hierro, mi corazón iba toda pastilla, por lo que aceleramos más el paso, salimos zumbando hasta el final.
Por fin se acabó! Fueron 10 minutos interminables en la Selva del Miedo, pero valió la pena. Espero volver la semana que viene a repetir la experiencia.
1 comentario:
Laia, una redacción muy bonita. Espero que te haya gustado el libro.
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