Un buen día, mientras Julia, la niñera del hermano pequeño de Luis, nos traía la merienda como casi cada día, nos pasó algo que cambió nuestra vida para siempre. Estábamos jugando, cuando el tablero se nos tragó como a un filete, y aparecimos en una conferencia de estados.
-Nosotros nos quedamos con América del Sur.- Decían los nacionalistas.
-Entonces nosotros escogemos América del norte- Anunciaron los exitistas.
-Entonces nosotros escogemos América del norte- Anunciaron los exitistas.
-Nosotros soñamos con Europa- Desearon los más cultos.
-Y nosotros sentamos nuestros reales sobre África u Oceanía.- Colaboraron los prácticos.
No sabíamos dónde estábamos, lo único que sabíamos era que todo eso nos resultaba muy familiar.
¡Entonces lo comprendimos todo!
Alguien o algo nos habían enviado dentro del juego pero alguna razón desconocida.
Pero el curso empezaría de aquí a unas semanas y teníamos que salir sea como sea.
Hablamos con los políticos que había en ese tipo de “charlas de mayores”, como decían nuestros padres.
Para triunfar hay que apostar
Para apostar hay que tener
Para tener hay que luchar
Y para luchar hay que jugar.
Un buen consejo, pero inútil para nuestra situación.
Pasaron días, los días se convirtieron en meses, los meses en años y así hasta que una mañana de 2048 le encontramos sentido a esa tontería tan absurda que nos dijeron hace años y que Juan guardaba en su bolsillo ya casi roto por la falta de ropa.
Pasaron días, los días se convirtieron en meses, los meses en años y así hasta que una mañana de 2048 le encontramos sentido a esa tontería tan absurda que nos dijeron hace años y que Juan guardaba en su bolsillo ya casi roto por la falta de ropa.
Así que nos pusimos en marcha.
Construimos un ejército.
Compramos una región.
Y empezamos el combate.
Vencimos a los nacionalistas en América del Sur, a los exitistas en América del Norte, nos apoderamos de Europa, de África y Oceanía.
Pero lo peorestaba por llegar; Kamchatka.
Una provincia tan pequeña pero a la vez enorme definida en dos simples palabras: laberinto salvaje.
No tenía ejército, los animales luchaban. No había murallas ni torres, las plantas y árboles la protegían.
No hace falta que os digamos que perdimos por paliza. Nos machacaron y destrozaron sin piedad hasta que nos rendimos.
-¿Quién quiere galletas?
- ¿Julia?- gritamos todos.
Otra vez en casa. Miramos el tablero. Con la sangre del ejército muerto, ponía escrito:
GAME OVER
GAME OVER
Nos quedamos flipando.
Lucas se puso a buscar por entre las instrucciones del juego y… ahí estaba:
Para triunfar hay que apostar
Para apostar hay que tener
Para tener hay que luchar
Y para luchar hay que jugar.
Otra vez esa frase que tanto había significado. Cuando por fin nos fuimos todos para nuestra casa, Luís, se encontró un papel en el que ponía.
¡ATENCIÓN!¡
¡Máximo de un viaje por tablero!
Nos llamó para reunirnos en el parque y nos dijo que era una cosa “muy urgente”.
Al cabo de cinco minutos ya estábamos todos ahí, delante de él, con preocupación pero a la vez con un poco de coña porque todos sabíamos que Luis era muy exagerado.
Por fin se dignó a hablar.
Nos enseñó la nota y nos dijo:
-¡Qué, chavales! ¿Nos compramos otro viaje de ida?
Estallamos en risas.
- ¡Vale, tío, pero esta vez sin retorno!
Y la alegría nos invadió por completo.
Fin…! Pero con retorno!
Laura Ortiz 2 ESO A
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