Relato de un viaje: Berlín

Salí de casa con una sonrisa en la cara, ya que me iba nada menos que a Berlín. Los estudios se habían acabado y era verano, y decidí irme con una amiga que hacía muchísimo que no veía.
Nos teníamos que encontrar en la entrada del aeropuerto. Esperé unos 10 minutos hasta que la vi llegar.
-¡Maria!
-Hola, ¡Cuánto tiempo!
-Sabes que llegas tarde, ¿verdad? – le dije, mirándola de reojo-.
-Sí, lo siento, te lo compensaré. Te lo prometo.
Nos subimos al avión, y hablamos de un montón de cosas. Como solo eran dos horas salimos del avión y seguimos hablando. Llegamos al hotel, un lujoso hotel de cinco estrellas y subimos a nuestra habitación. Nos enseñaron las instalaciones y nos vestimos para ir a la piscina. Tras pasar un día tomando el sol y bebiendo zumos, nos fuimos a la habitación y nos fuimos a dormir.

El segundo día nos despertamos alrededor de las doce. Fuimos al supermercado y nos compramos una nevera portátil y un montón de refrescos y comida buenísima.
Vimos una familia vestida para ir a la playa y la seguimos. Llegamos a una playa artificial preciosa y llena de gente. Alquilamos un catamarán y compramos una sombrilla de paso. Trajimos la nevera y unas revistas que entregaban gratis a la entrada y pasamos ahí toda la mañana. A la hora de comer volvimos al hotel y había buffet. Nos llenamos de dulces y fuimos a echar una siesta a unas hamacas que había cerca de la piscina. Nos dormimos y pasamos ahí toda la noche. Me desperté a las tres de la mañana. Tuve una idea genial. Cogí a mi amiga y la tiré al agua.
-Buenas noches! Jajajaja.
-Traidora. –y entonces me cogió del pie y me tiró también-
Nos dimos un baño de media hora, salimos y nos volvimos a dormir en las hamacas.

Por la mañana estaba lloviendo, aunque el cielo estaba bastante claro.
Estábamos mojadas hasta arriba, así que salimos corriendo a nuestra habitación y nos buscamos ropa seca.
Mi turno del baño era el segundo, después de Maria, y cuándo salí no estaba. Me quedé en la habitación y vi un poco la tele.
En una hora, Maria volvió y llevaba una bolsa.
-¿Dónde te habías metido?
-¿Recuerdas que llegué tarde y dije que te compensaría? ¡Pues he comprado una Wii y el juego de Mario Kart!
-¡Qué bien! Vamos a jugar. Seguro que te gano.
Estuvimos jugando sin parar hasta que un chico nos dijo que había un cursillo de cocina gratis en el hotel. Fuimos y estuvimos tres horas aprendiendo cocina oriental. Allí conocimos a otras dos chicas. Cuándo acabó, hubo una cena para todos los que habían participado en el cursillo, y la comida teníamos que prepararla nosotros. Estaba buenísimo.
-¡Ey, chicas!
-¿Qué pasa?
-Mañana hay una fiesta de espuma en la playa, ¿queréis venir conmigo?
-¡Claro!
-Mientras hay una fiesta en el salón de baile, ¿os venís?
-Vamos.
Estuvimos toda la noche en la fiesta, con ese chico, que se llamaba Joel.

A la madrugada Joel nos llevó a la fiesta de espuma y nos lo pasamos superbién. Maria casi se atraganta con la espuma, ¡qué risa!
Cuando llegamos a casa vimos que eran las dos. ¡Nuestro avión salía en dos horas!
Nos duchamos, nos cambiamos de ropa y la guardamos todo en la maleta.
Eran veinte minutos en autobús hasta el aeropuerto, y cuándo llegamos nuestro avión estaba a punto de salir.
En el avión estábamos cansadas, y cuándo bajamos nuestros familiares nos estaban esperando. Fueron unas vacaciones muy buenas.