Mapa de la Galicia de El lápiz del carpintero
Después de otra jornada, Herbal cerró el prostíbulo como hacía cada día. Se despidió de las chicas y se fue a dormir. Otro día, la misma faena.
La noche no fue tan apetecible como las otras. Algo o alguien le había perturbado el sueño, pero no sabía identificar bien qué es lo que le había pasado por la noche. Al día siguiente, volvió a pasar una mala noche, y de nuevo no sabía explicar por qué. Habló con Manila y con María da Visitaçao, y le recomendaron que se tomara algún día libre, para que se relajara. Herbal prefirió seguir en el prostíbulo para ver si la cosa mejoraba. Y para su desgracia, no mejoró, pero comenzó algunas de las cosas que no le dejaban dormir a gusto. De hecho, nada más levantarse, decidió dibujar lo que pensaba que había visto durante la noche, pero lo que dibujó difería de lo que realmente pensaba. No sabía por qué, pero él sabía que lo que estaba dibujando no era lo que él veía por la noche.
Una vez hecho este pasó adelante, se pasó los siguientes días intentando plasmar lo que pasaba en su mente por las noches, pero no llegaba a ninguna conclusión aparente. Entonces a Herbal le dio por pensar de qué manera podía plasmar sus perturbaciones. Estuvo pensando toda la noche y de repente se acordó del pintor. “¿Y si intento escribir con su lápiz?” pensó. Cuando acabó la jornada, le pidió a María da Visitaçao que le prestara el lápiz para un asunto personal, y ella accedió. Se tumbó en la cama y dejó su reloj y el lápiz juntos en la mesilla de noche. Parecía que estuvieran vigilándole antes de dormir. A Herbal le costó más de lo habitual dormirse, pero al final el sueño le venció.
Al despertarse lo vio todo claro. Se puso a dibujar en un papel la situación que había estado soñando y por fin plasmó lo que soñaba. Y cuando se dispuso a salir de la habitación escuchó al carpintero: “He vuelto”. Hacía tiempo que no volvía. Pero a Herbal no le gustó que apareciera en ese momento y precisamente después de haber dibujado eso. Bajó corriendo y le enseñó a Manila lo que había dibujado. Manila se extrañó, ya que aparecía un hombre con una pistola y un tricornio en el aire, y se podía ver un cuerpo cayendo.
De repente, se escuchó un fuerte golpe en la puerta del prostíbulo. Manila y Herbal se asustaron de igual manera. Se escuchó un segundo golpe, y al tercero la puerta cedió. Era Da Barca, y tenía una pistola en la mano. “El pasado vuelve a por ti, amigo”. Apuntó y disparó
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