Con el lápiz de carpintero en mi mano, me quedé tumbada en esa cama del prostíbulo, con la sensación de que no había vivido la vida que había soñado desde pequeña pero, también creía que no era tarde aún para empezar a vivir mi vida.
Tocaron a la puerta, era Manila -supongo que será algún cliente- pensé, pero cuando ella dio un paso hacia dentro, me levanté y le dije que se acababa, que quería irme.
Manila me miró muy sorprendida y con los ojos como platos, pero algo dentro de ella estaba feliz, estoy segura de que no quería que me quedara allí toda la vida, cuando eso no es lo que quería.
Le dijo al hombre que entrase en la habitación de al lado, mientras me sacaba una hoja del cajón de la recepción.
El hombre entró en esa habitación y nos quedamos las dos solas en la entrada del club. –Firma- con la voz temblorosa como me ordenó que lo hiciera. Yo extrañada la miré para que me diera un bolígrafo. Sin una palabra, ella entendió lo que necesitaba para firmar ese contrato conforme me iba. Secándose la lágrima que le caía por la mejilla derecha me dijo que mejor sacase el famoso lápiz, que me daría suerte para mi futuro. Le hice caso y firmé ese contrato con el lápiz del carpintero.
Con mucha pena dentro de mi abracé por última vez a la que había sido mi única jefa hasta el momento. Con la mano izquierda me puso algo en el bolsillo, no quise cogerlo y pensé que al salir ya lo miraría. Me dio un beso muy grande, como esos que se daba la gente en las despedidas de la famosa estación, pero la única diferencia era que este había sido en la mejilla. Sentí como si me arrancasen un trozo de mí.
Acabé de recoger las cosas en diez minutos, crucé la puerta, me giré y miré por última vez el letrero de ese club.
Empecé a andar hacia otro sitio, sin saber donde iba. Fue entonces cuando recordé mi bolsillo, metí la mano y con cuidado saqué un cigarro. Había algo escrito en la parte blanca.
“Mucha suerte María, te espero pronto. Mandila”
Decidí no fumármelo y lo metí en el bolsillo de la chaqueta donde también estaba el lápiz.
No sabía donde iba, ni tampoco sabía a quien me encontraría. Solo quería vivir la vida a mi manera y tenía la sensación que empezaba a ser feliz.
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