Herbal estaba posado sobre el marco de la puerta del club observando el horizonte.
A lo lejos vio acercarse poco a poco pero sin parar a la Muerte, que buscaba a su hermana. Cuando esta llegó a donde Herbal se encontraba, le preguntó por ella. Como Herbal no sabía dónde estaba la hermana de la Muerte, esta empezó a llevárselo a su mundo.
Herbal se desplomó en la entrada y María da Visitaçao corrió a socorrerle, pero nada pudo hacer para detener el ataque al corazón que sufría Herbal. Ella lo cogió por las mejillas y le miró a los ojos, ausentes y agonizantes pero aún con vida, como pensativos.
Pensaba, el pintor hablaba a Herbal y él le escuchaba atentamente. Le ayudaba a relajarse, a olvidar el dolor y el sufrimiento y a concentrarse en cada instante de vida que le quedaba. Juntos repasaron la vida del guardia; desde su infancia problemática con su padre hasta su trabajo como guarda de prostíbulo sin olvidar sus experiencias como militar franquista en la guerra civil.
El último instante de su vida lo dedicó a observar el lápiz rojo de carpintero que había regalado a su amiga y que esta llevaba en la oreja. Se acordó del Doctor Da Barca y de todo lo que había hecho por envidia, por conseguir a Marisa Mallo. Herbal hizo caso al pintor y en su último suspiro observó el lápiz sobre la oreja de María da Visitaçao con muchísima atención, le pareció gracioso.
Volvió a repasar su historia, su vida y la del lápiz. Después se relajó por última vez y acudió a la Muerte, que se lo llevó.
El reducido funeral de Herbal llegó dos días después. Acudieron pocas personas, no había familiares. Algún que otro viejo compañero del ejército y las chicas del club. María da Visitaçao aún llevaba el lápiz de carpintero en la oreja. Se lo sacó para ir al funeral y lo dejó encima del periódico.
Al regresar del entierro, María da Visitaçao recuperó su lápiz y, entonces, se acordó del artículo del doctor Da Barca en el periódico y de todo lo que le había contado Herbal sobre su vida antes de morir.
Volvió a coger el lápiz y lo observó atentamente. Estaba desgastado, viejo. Había sufrido y había pasado por muchas manos y muchas experiencias en libertad y sobre todo en prisión. María da Visitaçao no sabía qué hacer con él. Releyó el artículo del diario y observó el nombre del periodista, Carlos Sousa. Le pareció un nombre divertido y gracioso, parecía un buen periodista, por lo que decidió que quién mejor que un periodista para dar a conocer la historia del lápiz.
Contactó con él y se reunieron.
La primera vez María da Visitaçao fingió que se había olvidado el lápiz, pero en realidad estaba indecisa, ya que le daba lástima despedirse de lo único que le quedaba de su amigo Herbal.
Ella habló con Carlos y le contó la historia que había averiguado, todo el magnífico relato del lápiz. A él le fascinó la idea y aceptó con gran entusiasmo la propuesta de escribir el relato sobre el curioso objeto.
Los dos personajes quedaron una segunda vez para hacer la entrega del lápiz, aunque esa no fue la última vez que se vieron. Fueron quedando... Primero hablaban del lápiz, luego de su vida y sus cosas y se aficionaron a quedar los domingos para hacer crucigramas juntos.
Con el paso del tiempo se quisieron más y más y Carlos Sousa publicó el relato del lápiz, que es la historia que narra este libro.
Carlos Sousa convenció a María da Visitaçao para que hablase con Manila y esta aceptase que Carlos y María fuesen a vivir juntos. Hubo fuertes discusiones entre las dos mujeres pero finalmente el lápiz del carpintero y todo lo que le rodeaba acabó por juntar a una joven y extraña pareja, Carlos Sousa y María da Visitaçao, que alquilaron la casa del Pazo para su boda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario