María da
Visitaçao tenía los ojos brillantes. Había aprendido a aguantar las lágrimas,
pero no a controlar las emociones. Entonces, Herbal alargó la mano, y le
entregó el lápiz del carpintero. Aquel famoso lápiz del que tanto le había
hablado Herbal. Después de escuchar aquella preciosa historia, para María da
Visitaçao poseer el lápiz era como un tesoro. Lo guardaría por siempre, así que
lo dejó en un cajón de la mesita de noche.
A la mañana
siguiente, se levantó muy cansada. Desayunó, y cuando estaba dispuesta a salir
por la puerta para ir al club, se dio cuenta de que el mueblecito de la entrada
estaba todo revuelto. Miró los cajones y faltaban los álbumes de fotos que ahí
guardaba. Enseguida se dio cuenta de que le habían robado, y apresuradamente
miró por toda la casa a ver si faltaba
algo más. Y efectivamente, faltaba algo más: el lápiz del carpintero. Alterada
y nerviosa, salió corriendo hacia el club para contárselo todo a Herbal. Una
vez allí, y después de contarle lo que había sucedido mientras dormía, se dio
cuenta de que Manila les estaba espiando mientras mantenían la conversación. Herbal
no quiso demostrarlo, pero se notaba en la expresión de su cara que estaba
enfadado, y disgustado a la vez. Él le dijo que no se preocupara, que
encontrarían al culpable y lo pagaría.
Al acabar de
hablar, María da Visitaçao fue hacia Manila, porque que estuviera espiándolos,
le extrañó muchísimo y le hizo tener sospechas sobre ella. Al entrar en la
habitación donde Manila se encontraba, vio al fondo, un mueblecito medio
abierto y fue directamente a abrirlo. Manila le intentó detener, pero Maria da
Visitaçao iba muy decidida y empujó a Manila. Rápidamente abrió el cajón y efectivamente ahí estaba el
lápiz. Se dio la vuelta y vio a Manila correr e irse del club. Seguidamente,
Maria da Visitaçao fue a contárselo a Herbal.
Los dos
quedaron totalmente sorprendidos, no podían entender porque Manila había hecho
una cosa así. El caso es que jamás volvió a aparecer Manila por ahí, nunca más
la volvieron a ver, y lo más extraño de todo, nunca pudieron enterarse de el
por qué del robo del lápiz del carpintero.
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