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miércoles, 13 de octubre de 2010

Un viaje a EE.UU


UN VIAJE A ESTADOS UNIDOS

Estaba deseando que llegara ese día. Por fin iba a poder realizar el viaje que desde pequeña quise hacer. Hacía un mes que tenía las maletas preparadas el iPod cargado, el portátil guardado, los libros en la bolsa de mano y algunos dólares. Era el viaje de mis sueños y no iba a dejar que nada lo estropeara en el último momento.
Por fin llegó el día. En cuanto salí del trabajo, fui a buscar a mi amigo Fernando a su casa y a Caro a la suya. Dejamos el coche aparcado en el parquin de Caro y llamamos a un taxi para que nos llevara al aeropuerto. Cargamos las maletas en el maletero y nos dirigimos muy emocionados al aeropuerto. Una vez allí pasamos las bolsas y maletas por aquellas cintas con rayos X. Con las maletas facturadas, el bolso pequeño en el brazo y los nervios de punta subimos al avión. Una vez aposentados, la azafata nos izo la demostración esa que hacen siempre en los vuelos, en la cual te enseñan las salidas de emergencia, por donde caen las mascarillas y como ponerlas en caso de turbulencias. Nos abrochamos el cinturón, nos cogimos los tres de la mano y el avión empezó a despegar. Teniendo en cuenta que era la primera vez que subía en un avión, creo que lo llevé bastante bien. Durante el vuelo hubo ratos en que jugábamos a cartas, ratos en los que me ponía los cascos y escuchaba música, otro en los que leía… Fueron las dos horas más cortas de mi vida, ya que entre la emoción del viaje, las risas que nos echábamos viendo cómo a la gente que dormía le caía la baba, la gente que se ponía histérica y gritaba como posesos que nos íbamos a estrellar y se montaban conspiraciones absurdas mientras las azafatas intentaban reducirlos y calmarlos… en fin, que lo pasamos muy bien y solo era el principio de nuestro espectacular viaje.
Al cabo de esas dos horas las azafatas nos despertaron y bajamos a hacer transbordo en la gris Inglaterra. Estiramos las piernas y nos dimos un paseo por la terminal de Londres. De repente nos encontramos con un hombre que nos gritaba en inglés súper nervioso y muy rápido. Le conseguimos tranquilizar y nos habló más tranquilo y sin llorar ni gritar. Estábamos muy preocupados. Se ve que era un hombre con un problema que le hacía tener unos 8 años mentales. Su preocupación se debía a que se le había perdido la bolsa de chuches. Así que le acompañamos a una tienda de chuches del aeropuerto y le compramos su bolsita con cuatro chuches. Se fue más feliz que una perdiz.
Cuando nos recuperamos de esa experiencia tan… insólita, volvimos a subir al avión. Repitieron la demostración de las azafatas, y el avión despegó. Este trayecto fue bastante más largo, duró 11 horas. Después de pasar casi medio día encerrados en el avión, aterrizamos en Nueva York, por fin estábamos en Nuevo York.
Después de dejar las maletas en el hotel que reservamos en el centro de la ciudad, nos fuimos a contemplar la ciudad con esos rascacielos y ese ambiente de gran ciudad que dan las coches para arriba y para abajo. Decidimos hacer una visita al Empire State Building, ya que en una serie de televisión que solíamos ver por las tardes cuando quedamos, Como conocí a vuestra madre, una de los protagonistas dijo que era un edificio que todo el mundo que estuviera en Nueva York tenía que visitar. Después de la visita guiada, en la que aprovechamos para aplicar los conocimientos de inglés que habíamos aprendido durante unos meses antes del viaje, fuimos a ver la estatua de la libertad. Es una mujer gigantesca con una antorcha en la mano. Es mucho más impresionante en vivo y directo que por la tele. Es de un color verdoso por el material del cual está hecha, cobre y acero. Solamente desde la antorcha hasta la base tiene 46,05m. Pudimos subir a la cabeza del símbolo de la libertad de los EE.UU. Se ve todo el océano atlántico. Es precioso. Una vez vistos todos estos signos tan significativos y de haber paseado por esas calles tan soñadas y pasear por tiendas y esos típicos centros comerciales estadounidenses, volvimos a nuestras respectivas habitaciones conectadas por una puerta. Después de un rato descansando en el hotel, y de arreglarnos, fuimos a cenar al restaurante del hotel mismo. Durante la cena comentamos el día tan ajetreado, pero estupendo que habíamos tenido. Una hora después, caos, caímos rendidos en la cama que nos esperaba en la habitación.
¡¡Riiiiiing!! Suena el despertador. Fui la primera en despertarme, así que desperté a Fernando. Una vez levantados fuimos a llamar a Caro. Estaba roque pero al final cedió. Nos fuimos duchando y arreglando. Bajamos a desayunar al comedor del hotel. Fernando y Caro tomaron un café con leche mientras que yo me tome mi leche con Cola-Cao. Después de desayunar cogimos un tren y nos fuimos al famoso Hollywood . Durante el viaje en el tren, vimos ese cartel gigante de letras blancas en el que pone Hollywood. Parece de película. Una vez llegamos allí, fuimos directos al paseo de las estrellas. Caminando por las calles de Hollywood, nos perdimos. ¡Éramos novatos! Después de preguntar la dirección que debíamos tomar a algunos habitantes de Hollywood, llegamos al famoso paseo de las estrellas. Estaba lleno de eminencias como Paul Newman, Los Simpsons, Jonas Brothers… De repente llegamos a un sitio abarrotado de turistas y nativos que se apelotonaban para poder hacerse fotos con las estrellas más famosas de todo el paseo de la fama. En cuanto nos hicimos un hueco entre esa gente tan desesperada, conseguimos ver esas estrellas.
- ¡Uaau! ¡Qué chulas son estas estrellas! ¡Normal que haya tanta gente! –dijo Caro
- ¡Mira, mira! La de Michael Jackson –exclamé
- Y aquí está la de Marilyn Monroe. ¡Y la de Elvis Presley! Son distintas a las demás. –se sorprendió Fernando
- ¿Can you do it a photo to us? –le pregunté a un turista
- ¡Of course! –nos contestó
Así que le dejamos la cámara y nos hizo una foto a los tres en las respectivas estrellas de Marilyn, Elvis, Michael…
Ya eran las dos de la tarde. Se nos pasó volando la mañana visitando Hollywood. Comimos en un restaurante típico de los EE.UU., uno de comida rápida. Después de la “lujosa” comida, fuimos a investigar la ciudad. Caminando, llegamos a un rodaje de esos que salen en la tele, creo que era Sexo en Nueva York. Nos asomamos por la valla de seguridad, nos pareció divisar a Sarah Jessica Parker, pero la verdad es que podía ser Sarah como podía ser Kim Cattral, pero bueno, nos hizo ilusión creer que era Jessica, hasta que el guarda de seguridad nos echó del sitio donde nos habíamos colado. Fue bonito mientras duró. Nos dimos un paseo por la orilla de la playa de Hollywood mientras anochecía. Fue precioso. Después del paseo, volvimos a coger un tren para ir a Los Ángeles. Esta vez sí que fuimos a un restaurante elegante. No nos hizo falta pasar por el hotel de Nueva York ya que estábamos listos desde que fuimos a Hollywood, por lo que pudiésemos encontrar. Cenamos en Chasen’s and Spago. Se ve que era un restaurante muy frecuentado por estrellas de Hollywood. Era una pizzería bastante buena. Los tres probamos las pizzas de ese restaurante. Muy buenas, la verdad. Al acabar de cenar, nuestra cartera común se resintió, pero valió la pena. Fuimos a ver el ambiente que tenía Los Ángeles de noche. ¡Era muy bonito! Las calles estaban todas iluminadas, y muchos bares tenían noches temáticas. En uno en el que entramos, el tema eran los sesenta. Había gente con pelo afro vestidos como Elvis Presley, chicas vestidas como Marilyn Monroe… ¡fue fantástico! Después de pasar por unos cuantos bares, llamamos a un taxi de esos amarillos y negros tan típicos de los EE.UU. En cuanto vino, nos llevó al hotel de Nueva York. Cuando llegamos, subimos a las habitaciones y caímos derrotados en nuestras camas.
Llegó el último día. Se nos acababa el chollo. Esa misma tarde, teníamos que coger un avión y volver a Barcelona, así que decidimos aprovechar esa mañana al tope. Al final llegamos al acuerdo de ir a ver un partido de beisbol de esos en los que las bolas van tan altas que hasta les pierdes la vista. Después de arreglarnos y de dejar la habitación del hotel más o menos arreglada, salimos y nos encontramos con Caro en el hall del hotel. Salimos a la calle y fuimos caminando ya que estaba cerca del hotel y así disfrutábamos del buen día del que disponíamos. Durante el camino vimos varias tiendas de Channel aunque estaban fuera de nuestro alcance, nos dimos el gusto de entrar y dar la impresión de ricachones. Cuando llegamos al estadio, nos sentamos en nuestros respectivos asientos. El partido comenzó y los vendedores de perritos calientes, pasaron con los carritos por nuestra grada. ‘Fer’ se levantó y nos compró uno a cada uno. Fue el primer partido de beisbol que vi. Fue muy emocionante. En uno de los strikes que hicieron, la pelota cayó sobre mi falda. ¡Tuve mucha suerte! Desde pequeña que había querido tener una pelota y un guante de beisbol, firmados, aunque tanto no se podía pedir. Al salir del estadio, me compré una cosa que siempre había querido tener, una camiseta de esas de beisbol que son blancas y tienen rayas finitas en color rojo. Con trece años siempre había querido tener una, pero como no pudimos ir a Estados Unidos, y quería ser yo la que la comprara y no por encargo, ahora era mi momento para hacerlo. ‘Fer’ también se compró una, para ir iguales. Al salir de la tienda de suvenires, nos encontramos a Hughes, un jugador de los NY Yankees. Con mi camiseta en una mano, y la pelota en la otra, le pedí que si me las podía firmar. El aceptó encantado y además de hacernos también una foto, me regaló su guante con el que acababa de jugar. ¡Fue estupendo! Después de unos minutos sin creérmelo y en estado de “shock” ‘Fer’ y Caro me dieron unos golpecitos en la espalda y me dijeron que nos teníamos que ir que habían llamado a un taxi y que volvíamos al hotel.
- ¡Alba! ¡Corre que le taxi ya está aquí! –Me avisó ‘Fer’
- Voy, voy.
Resulta que el taxista era un español, que vivía en EE.UU y que estaba trabajando de taxista. Al darnos cuenta, le explicamos lo que nos había pasado en el estadio y nos explicó que fuimos muy afortunados porqué casi nunca se dejan ver los jugadores de los NY Yankees, más que nada por cuestiones de seguridad. Le dijimos que ese era nuestro último día en tierras americanas. Nos deseó buena suerte en nuestro trayecto y ¡nos dio unos billetes de avión a EE.UU. que le regalaban en la compañía! Desde ese día que nos acordamos del taxista español. Nos dejó en el hotel y cuando subimos a la habitación, empezamos a hacer las maletas. Pusimos los móviles y el iPod a cargar. Guardamos el portátil y encendimos la mini cadena que había en la habitación y pusimos algunos CD que compramos allí. Mientras hacíamos las maletas, nos dimos cuenta que casi que no nos cabían las cosas, ya que como habíamos comprado tantos recuerdos… Cuando conseguimos cerrar las maletas, empezamos a arreglar las habitaciones, para que las señoras de la limpieza no tuvieran trabajar extra por nuestra culpa. Cuando bajamos las maletas y las metimos en un taxi, nos fuimos hacia el aeropuerto de nuevo. Una vez allí, comimos en un bocata en un pans & company cerca de nuestro avión. Una hora antes de que el avión despegara, fuimos a facturar nuestras maletas y a pasarlas por la cinta esa de rayos X.
Cuando subimos al avión, volvimos a pasar el mismo protocolo que la vez anterior: la demostración de las azafatas, el transbordo en Inglaterra… Esta vez no nos encontramos con ningún improvisto como el del señor aquel que nos encontramos en el viaje de ida. Después de las dos horas que nos quedaban, llegamos de nuevo al aeropuerto de Barcelona. Cogimos un taxi que nos llevó a casa de Caro, donde cogimos el coche de su garaje. Cogió sus maletas del taxi y cuando subió a su casa nos fuimos Fer y yo en el coche. Dejé a ‘Fer’ en su casa. Durante el camino, estuvimos hablando del fantástico viaje del que habíamos disfrutado. En cuanto subió a su piso, me fui yo hacía el mío. Cuando llegué, descargué las maletas, me tiré al sofá y quedé rendida para toda la tarde.
Fue el mejor viaje que me pude echar a la cara.
Al cabo de unos meses, decidimos volver, ya que teníamos esos billetes que nos regaló el generoso taxista español.

1 comentario:

Unknown dijo...

¡Perfecto, Alba! Bien elaborado: buena redacción, bien tratado el tema, bien documentado. Fotografías representativas.

AGRANDA EL TEXTO