Abdullah estaba con su hijo, iban a preparar la comida: tajín. Pero cuando llego a la cocina se dio cuenta de que unos ladrones salían por la ventana y se llevaban su valiosa tajine del siglo XV. Astutamente no corrió tras ellos sino que se quedo con la copla de su cara y ropa, era un hombre de color, unos treinta años y metro setenta.
Él y su hijo fueron a las calles del exterior de su casa, la zona sur de Chefchaouen. Recorrieron las calles, con las paredes azules, en busca de pistas. Preguntaron en la tienda de aceites si habían visto salir a unos ladrones de su casa. Él vendedor les indico la dirección:
-Ha marchado por detrás de las escaleras y luego se metió en esa mezquita.
Siguieron el camino marcado por el vendedor hasta llegar a la mezquita. Era muy bonita por fuera, no debería tener más de cien años y estaba muy decorada. Mietras tanto el sol ya iba callendo.
Intentaron entrar pero en la puerta había un cartel que indicaba a la derecha. Pensaron en ir hacia la puerta de la derecha.
Entraron. La puerta chirrió, estaba degrada y oxidada. Al entra estaba todo muy oscuro, no se veía nada a más de un palmo. De repente se iluminó toda la mezquita, había una mesa enorme llena de comida y… ¡¡¡SORPRESA!!!
Era su familia. Habían preparado toda una cena marroquí y, efectivamente, faltaba por cocinar el tajín. Era la especialidad de Abdullah. En la mesa destacaba las delicias que habían preparado, pero, ¿Qué celebraban? ¡Pues el cumpleaños de Abdullah!
Fue una noche muy divertida, aunque se pusieron las botas y las manos pringadas. Y el plato estrella fue la especialidad de Abdullah: el tajín.
1 comentario:
Muy bien, Alberto. Buena redacción.
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