
UN DíA EN LA VIDA DE ABDULLAH JINJIE
Son las cinco de la mañana. Me despierto como cada dia y le doy un beso a mi mujer. Salgo de la cama muy a mi pesar, me visto con las legañas aun en los ojos viendo el alba por mi ventana. Es precioso. Por muy pronto que sea, aquí ya empieza a hacer calor y dentro de poco las temperaturas subirán hasta los treinta grados. Me pongo los zapatos y salgo a la calle. Allí me encuentro con mis vecinos que se dirigen al mismo sitio que yo, todos vamos a la mezquita a rezar nuestra primera oración. Des del minarete ya se oye al imán de Meknes, nuestro pueblo, llamándonos a rezar el salat. Vamos caminando mientras hablamos sobre nuestras mujeres e hijos. Nos gusta presumir delante de los demás hombres. Ya estamos llegando al hamman, donde nos lavamos antes de entrar a la mezquita y entramos en ella. Nos sentamos en el suelo apoyados en los talones y orientados hacia la Meca, de donde procede nuestro profeta Mahoma, el cual creó ésta nuestra religión. Nuestro imán nos lee el Corán y nosotros rezamos con él. Estoy llegando a casa y ya huelo el olor del pan y el maravilloso aceite que recogí ayer de la fosa subterránea donde ha descansado durante meses. Y efectivamente, mi olfato no me ha fallado, mi mujer está en la cocina y me ha preparado cinco tostadas de pan con aceite. El mejor desayuno que puedas esperar después de llegar de la mezquita. Mi mujer y yo nos sentamos y empezamos a saborear el exquisito pan cuando de repente se despiertan mis dos hijos, un niño y una niña. Se sientan a desayunar con nosotros pan con aceite para estar fuertes y sanos, pero se han de dar prisa porque han de ir al colegio, así que cogen un trozo de pan y lo mojan en la jarra de aceite para el camino. No es muy común que las mujeres vayan al colegio pero desde hace unos años, ellas empiezan a aprender a leer y escribir, pero menos horas que los hombres y en clases separadas. Yo espero que dentro de no mucho tiempo, yo pueda ver como los hombres y las mujeres puedan aprender juntos y en las mismas condiciones.
Dejo a mi mujer en casa haciendo las tareas mientras yo acompaño a mis hijos al colegio y me voy a trabajar. El aceite ya está preparado por lo tanto ahora me toca venderla en el mercado de mi pueblo. El mío es uno de los más preciados del pueblo. La gente se acerca y me saludan mientras prueban mi aceite y deciden llevarse una jarra. Un negocio seguro una vez probado el aceite. Esta mañana de momento he vendido cuatro jarras y por hoy creo que es suficiente, ahora cierro mi tenderete y me voy comer a casa, sin antes pasar a recoger a mis hijos por su colegio y seguramente, al llegar a casa, saborearemos un delicioso cuscús marroquí.
1 comentario:
Alba, muy bien. has aprovechado la información y has escrito una redacción muy completa. Espero que te haya gustado el ejercicio, ya que te has esmerado en hacerlo muy bien.
Publicar un comentario